Mons. Alfonso Milián Manos Unidas ha elegido para la Campaña contra el hambre de este año un lema muy actual y hasta políticamente correcto: «No hay justicia sin igualdad». Pero, con este lema, Manos Unidas no pretende halagar nuestros oídos de occidentales desarrollados, sino llamar nuestra atención y afrontar un problema que incide negativamente sobre el hambre en el mundo. Desde su fundación, Manos Unidas viene trabajando para combatir el hambre de pan, de cultura y de Dios. Por eso se ha enfrentado, con sus programas de desarrollo, a la miseria, la enfermedad y también a la
marginación de la mujer en las zonas subdesarrolladas.
¿Por qué Manos Unidas se propone este objetivo en su lucha contra el hambre?
Porque en la geografía del hambre existe una profunda discriminación de la mujer, debida a la cultura machista imperante. El dominio del varón sobre la mujer se manifiesta en el «rol» que aquellas culturas le asignan: ha de cuidar de la prole y de los ancianos de la familia, y trabajar en el campo, pero no se le permite participar en las decisiones de la comunidad, ni en las que afectan a su propia persona, ni poseer bienes.
Tampoco tiene acceso a la educación (estas mujeres representan las dos terceras partes de analfabetos en el mundo), y, cuando acuden a la escuela, raramente continúan los estudios después de la enseñanza primaria, ya que sus padres se lo prohíben por miedo a que sean raptadas o violadas. Además, pronto las dan en matrimonio sin que ellas intervengan en la elección del marido. Es frecuente la violencia física, sexual y psicológica contra la mujer. Cerca del 70 % del comercio mundial de seres humanos es de niñas y mujeres.
El aborto, el infanticidio o abandono de las niñas ya nacidas, su iscriminación en la asistencia sanitaria y en la alimentación es alarmante, con las negativas consecuencias sobre su desarrollo físico y mental.
Ante una situación tan hiriente, Manos Unidas quiere llamar la atención sobre la necesidad de trabajar por la igualdad en los países en los que lleva a cabo sus programas de desarrollo. Manos Unidas es consciente de que varones y mujeres tenemos la misma dignidad, porque unos y otros hemos sido creados a imagen de Dios para complementarnos y ayudarnos mutuamente en plano de igualdad. Una igualdad sin distinción de raza, color, sexo o creencia, tal como ha sido reconocido por la Declaración Universal de los Derechos Humanos.
Por otra parte, Manos Unidas ha comprobado que la mujer es un agente
indispensable de desarrollo en el ámbito socioeconómico de las familias y hogares del Tercer Mundo; por eso la promoción de la mujer, su formación integral y capacitación para la vida actual viene siendo uno de sus cinco sectores de actuación prioritaria. Como obra de la Iglesia, Manos Unidas sabe que todos somos hermanos e iguales en dignidad, porque todos tenemos a Dios por Padre. De aquí brota esta llamada a luchar por la justicia, la igualdad y la fraternidad.
Dios quiera que esta Campaña cale en el corazón de los diocesanos y nos lleve a todos a apoyar la gran labor que realiza Manos Unidas.
+ Alfonso Milián Sorribas
Obispo de Barbastro-Monzón