Mons. Carlos Escribano El próximo domingo celebra la Iglesia la Jornada Mundial del Emigrante y del Refugiado. Las parroquias y comunidades religiosas de nuestros pueblos y ciudades han realizado una labor de acogida y acompañamiento de las personas inmigrantes muy meritoria a lo largo de estos años. Pero en el sentir de la comunidad cristiana está el hecho de que junto a la tarea solidaria, la Iglesia debe dar también una respuesta diferenciada, atendiendo de un modo especial el cuidado de la dimensión religiosa de la persona, que para nosotros es la tarea más importante y específica. A ello nos anima nuestro plan diocesano de pastoral cuando nos exhorta a acoger a los inmigrantes y, en el caso de los católicos, a propiciar su incorporación a la vida activa de las parroquias, dando así a esta jornada una importancia singular en este curso.
Todos somos conscientes de que el arranque de este siglo trajo a España multitud de inmigrantes, que vinieron a nuestro país con la idea de encontrar un futuro mejor. Hoy aquel flujo ha disminuido, aunque sigue habiendo mucha gente que arriesga su vida para llegar a nuestro país, a pesar de la crisis que estamos atravesando. Existe el derecho fundamental de las persona a emigrar, pero no hay que olvidar que muchas veces las migraciones son consecuencia de la pobreza económica, las catástrofes naturales y los conflictos armados; ante esta cruda realidad, la comunidad internacional no debe abandonar su compromiso en el desarrollo de los pueblos más pobres, para que los habitantes de esos países puedan hacer también real el derecho a no emigrar.
Por otra parte, el problema de la inmigración irregular sigue siendo una cuestión preocupante, cuya realidad se ha complicado como consecuencia de la actual crisis económica. Por ello renovamos nuestra petición “a las autoridades para que los costes de la crisis no recaigan sobre los más débiles, con especial atención a los inmigrantes, arbitrando más bien las medidas necesarias para que reciban las ayudas sociales oportunas”(Conferencia Episcopal Española, Ante la crisis, solidaridad. 3-X-2012. nº 3), en especial aquellas que hacen referencia a la atención sanitaria.
En también interesante constatar que en estos últimos años se ha producido por primera vez, en más de una década, un cambio en el flujo migratorio. Hoy son más los que se van que los que vienen a nuestro país. Es verdad que en ocasiones son inmigrantes que después de unos años en España han regresado a sus países de origen por distintas circunstancias. Pero también se está dando el fenómeno de que nuestros jóvenes, en muchos casos universitarios, están abandonando España en busca de un trabajo que aquí no tienen. Su salida puede tener efectos positivos, pero siempre supone una perdida para su tierra de origen, en este caso España y Teruel, que nos vemos empobrecidos con la ausencia de personas capacitadas, que no podrán aportar lo mejor de sí en el desarrollo de su tierra.
En este Año de la Fe, queremos sentirnos especialmente cercanos a los inmigrantes y a los emigrantes. En palabras del Papa: “Queridos hermanos emigrantes, que esta Jornada Mundial os ayude a renovar la confianza y la esperanza en el Señor que está siempre junto a nosotros. No perdáis la oportunidad de encontrarlo y reconocer su rostro en los gestos de bondad que recibís en vuestra peregrinación migratoria. Alegraos porque el Señor está cerca de vosotros y, con Él, podréis superar obstáculos y dificultades, aprovechando los testimonios de apertura y acogida que muchos os ofrecen”.
+ Carlos Escribano Subías,
Obispo de Teruel y de Albarracín