Mons. Gerardo Melgar Queridos diocesanos:
La Fiesta del Bautismo del Señor, que celebramos en este Domingo, inaugura la vida pública del Mesías y el comienzo del cumplimiento de la misión que Él tenía encomendada por su Padre: ofrecer a todos los hombres el verdadero camino de la salvación.
El Bautismo de Jesús reviste en la vida de Cristo un momento de auténtico y rico significado; se hace realidad el comienzo de la realización de la misión que Él traía a este mundo (para la cual ha sido ungido y enviado por el Padre) para que -con la fuerza del Espíritu- la lleve adelante y la haga realidad. La misión es nada más y nada menos que anunciar a todos los hombres la Buena Nueva de la salvación llamándolos a la conversión para abrirles la puerta de la Vida eterna. Se trata de la misión recibida del Padre; ha sido el Padre quien le ha enviado para que la lleve a cabo y por eso -en el momento del Bautismo- se escucha su voz que lo confirma como el Mesías esperado, como el Salvador, como el Hijo amado a quien hemos de escuchar. Se trata de una misión para la que ha sido enviado por el Padre y para cuya realización y cumplimiento cuenta con la fuerza del Espíritu Santo, que le acompañará siempre y le fortalecerá en los momentos de más dificultad; por eso, en el mismo momento del Bautismo, desciende sobre Él el Espíritu Santo en forma de paloma.
El Bautismo de Jesús evoca nuestro propio Bautismo, el de cada uno de los que formamos el pueblo santo de Dios; también nosotros hemos sido ungidos para una misión, confiada por el Señor, para la cual contamos con la asistencia, la fuerza y la gracia del Espíritu Santo. Cada uno hemos sido ungidos para ser discípulos y seguidores del Maestro, para vivir su mismo estilo de vida y hacernos merecedores de la salvación que Él nos trae. Hemos sigo ungidos para una misión: ser testigos de Cristo y de los valores del Evangelio, de tal manera que con nuestro testimonio acerquemos a los hombres a Dios y a Dios a los hombres.
El Papa Benedicto XVI lo recalcó claramente en la proclamación de este año como Año de la fe cuando afirmó (y nos lo recuerda constantemente) que la fe es un gran tesoro que hemos recibido no para guardárnoslo sino para ser testigos de ella en medio de un mundo que tanto lo necesita. Así lo recordaba insistentemente el Beato Juan Pablo II cuando recordaba que la misión de la Iglesia y de los creyentes consiste en llevar con nuestra palabra y con nuestra vida el mensaje salvador del Evangelio al corazón del mundo; mensaje que debemos lograr que interpele al hombre actual y le anime a vivir su vida desde los postulados del Evangelio.
Tanto para vivir nuestra fe personalmente como para ser testigos de Cristo en medio del mundo debemos saber que no estamos solos; también nosotros, como Cristo, hemos recibido la fuerza y los dones del Espíritu para vivir nuestra identidad de creyentes y lograr ser verdaderos testigos suyos en medio de esta sociedad en la que muchas veces nos resulta difícil desplegar el potencial del Evangelio porque es una sociedad que ha prescindido de Dios y se ha olvidado de Él. Por ello, debemos ser con nuestra vida recordatorio e interpelación constante que haga a los demás preguntarse por Dios y que manifieste la presencia de Dios en medio de nuestro mundo.
Al celebrar hoy la Fiesta del Bautismo del Señor (que evoca y nos recuerda nuestro propio Bautismo) recibimos una llamada urgente a revisar nuestra vida de bautizados y los compromisos adquiridos para ser conscientes de cómo los estamos viviendo y cómo estamos respondiendo a la misión que se nos ha confiado. La Misión diocesana “Despertar a la fe” nos invita a vivir consciente y responsablemente esta doble misión de ser discípulos y misioneros. Participemos en ella, seamos protagonistas de la misma y renovemos nuestra fe y nuestros compromisos bautismales; conseguiremos ser auténticos discípulos del Señor y misioneros de su mensaje, planteándonos y viendo nuestra vida no desde los postulados del mundo sino desde el estilo de vida de Jesús, puerta hacia la felicidad eterna.
Que Dios os bendiga a todos.
+Gerardo Melgar
Obispo de Osma-Soria