Mons. Gerardo Melgar Queridos diocesanos:
Celebramos hoy la Solemnidad de la Epifanía del Señor, la manifestación de Cristo a los pueblos gentiles. Se trata de un día entrañable y especialmente significativo para los niños, la fiesta popularmente conocida como los Reyes Magos. La noche pasada ha sido una noche llena de ilusiones y de sueño ligero, pensando en despertarse y encontrar los regalos que los Reyes Magos han dejado en los infantiles zapatos. Este precioso gesto tiene su fundamento en el relato evangélico de San Lucas, cuando narra que unos Magos de Oriente acudieron a Belén guiados por una estrella a adorar al Niño Dios y a ofrecerle sus proféticos dones: oro, incienso y mirra.
Pero la Epifanía tiene un significado cristiano mucho más profundo e importante para los adultos que queremos ser seguidores de Jesús: es la fiesta de la manifestación de Dios y de su salvación a los pueblos paganos o gentiles. La venida de Cristo y la salvación que trae tienen un carácter plenamente universal; el Hijo de Dios se ha encarnado no sólo para salvar al pueblo de Israel sino para ofrecer la salvación a todos los hombres, también a los que no pertenecían al pueblo escogido.
Dios había preparado a su pueblo para la llegada del Salvador, lo había anunciado a través de los profetas; ese día llegó, Dios se hizo presente en medio de su pueblo: el Hijo eterno de Dios se hizo hombre y acampó entre nosotros. Así, aquel pueblo contempló la gloria divina y conoció el cumplimiento de la promesa del nacimiento del Salvador del mundo. Pero la salvación -que es Cristo- no está reservada sólo para el pueblo elegido sino que el Salvador lo es de todo y para todo el género humano; por eso, hoy Dios quiere manifestarse a los hombres y mujeres de todos los pueblos que no le conocían ni habían oído hablar de Él.
Para manifestarse a los pueblos gentiles, Dios se sirve de una estrella, la que aquellos sabios contemplan e interpretan, y que les sirve para descubrir algo realmente importante y extraordinario sucedido en Belén; ellos siguen su rastro y descubren, de este modo, al Salvador del mundo recostado en un pesebre por no haber sitio para sus padres y para Él en la posada. Inmediatamente, los Magos le ofrecen los mejores dones: oro (como tributo y reconocimiento de su identidad de rey), incienso (como reconocimiento de su sacerdocio eterno) y mirra (que recuerda el bálsamo para la sepultura). Así, en aquellos Magos, el Salvador del mundo se dio a conocer a todos los pueblos gentiles que no le conocían.
Actualmente, Cristo, el Salvador del mundo, sigue siendo un total desconocido para muchos de los hombres y mujeres de nuestro tiempo; también a ellos quiere darse a conocer el Señor porque Él vino para ofrecer su vida para salvar a todos los hombres de todos los tiempos, lugares y razas. Entonces utilizó una estrella y a unos sabios de Oriente para comunicarse a los que no lo conocía; ellos, lo sabemos, siguiendo obedientes el resplandor del hermoso astro se encontraron con Él. Hoy, Dios quiere darse a conocer a través nuestro; por eso, nuestra vida debe ser comunicación de la gran noticia de Jesús y del conmovedor mensaje de la salvación de Dios para todos los hombres.
El Año de la fe, nuestra Misión diocesana, no son sino medios para lograr este objetivo: que nosotros, los creyentes en Cristo, seamos plenamente discípulos y misioneros. Discípulos porque cada uno vivamos el estilo de Jesús y misioneros porque, con nuestro testimonio de vida, estemos comunicando a los demás la gozosa presencia de Dios en medio de nosotros, la belleza y la alegría de la fe; de este modo, los que no han conocido al Señor, o lo han conocido y se han olvidado de Él, se podrán plantear su vida desde la óptica cristiana, aceptando al Salvador y la salvación que Él nos ofrece.
Celebremos esta Solemnidad de la Epifanía del Señor comprometiéndonos sinceramente a vivir como auténticos seguidores de Jesús en nuestra vida siendo, además, verdaderos apóstoles y misioneros del mensaje salvador de Cristo para este mundo sediento de respuestas, de verdad, de Cristo, Luz de las gentes, único Salvador del género humano.
Vuestro obispo,
+Gerardo Melgar
Obispo de Osma-Soria