Tiene que ser un año para que los contenidos de la fe sean bien vividos. Debemos conocer mejor aquello en lo que creemos -los contenidos de nuestra fe, el Credo-, y aún más, Aquel en quien creemos, y a quien creemos, porque tras todo acto de fe, hay un amor y una respuesta agradecida al Creador y a quien en Cristo nos ha revelado su amor y su predilección. Año de fe bautismal por el don que la Iglesia nos ha hecho. Año de seguimiento de la estrella que nos conduce a la Palabra de Dios y a Cristo, como aquellos Magos que celebramos en la solemnidad de la Epifanía, que viendo la estrella «se llenaron de inmensa alegría» (Mt 2, 10).
Una fe que debe llevarnos a mantener viva la esperanza. Fe es esperar, «contra toda esperanza» (Rm 4,18), confiar con aquella esperanza que nos sostiene en los momentos de sufrimiento, fracaso o desencanto, porque es frágil pero a la vez es fuerte. «Es una niña… que nos da los buenos días cada mañana… pequeña esperanza que se levanta cada mañana» (Ch, Péguy). Esperanza que no engaña, ya que se fundamenta en Dios mismo y en su amor, derramado por el Espíritu Santo. Él es nuestra esperanza, y queremos vivir confiados de sus promesas, seguros de que Él es el Dios fiel, que cumple lo que dice. Contamos con que no nos dejará nunca, ya que «eterna es su misericordia» (Sal 135).
Un año para vivir la fe descubriendo todas las posibilidades de la caridad y de la solidaridad con el prójimo. Y esto en tiempos de gran crisis económica y con tantas personas que sufren por carencias dolorosas, incluso injustas, será más importante que nunca. La fe sólo se hace viva por el amor concreto y responsable, ya que «la fe actúa por el amor» (Ga 5,6) y se demuestra por las obras: «el hombre es justificado por las obras, y no sólo por la fe» (St 2,24). Hagámonos un propósito de mantener la solidaridad con quienes tienen menos que nosotros.
En este año hemos de mantener los compromisos adquiridos, ser fieles a la lectura de la Palabra de Dios personalmente y en familia, sirviéndonos de la «lectio divina«, y debemos valorar la oración que nos acerca y nos hace uno con Dios mismo. Será un año para unirnos en tres peregrinaciones: Lourdes, Roma y Tierra Santa, para reencontrar las raíces de nuestra fe católica, con María, la Virgen Inmaculada y los enfermos; siguiendo las huellas de los apóstoles, columnas de la fe; y acercándonos al Calvario y al Santo Sepulcro, para testimoniar con valentía que Cristo ha resucitado y que, quien vive y cree en Él, no morirá jamás (cf. Jn 11,26).
Será un Año para vivir una Jornada/Asamblea diocesana en junio, que será de fiesta y de testimonios relevantes de otros hermanos creyentes de la Diócesis, ya que la fe debemos vivirla en la Iglesia, que nos ha acogido y nos ha regalado el don de la fe que profesamos; y en comunión con el obispo y entre nosotros, para que no trabajemos en vano, sino que se multiplique la gracia y así demos un buen testimonio del amor de Cristo.
+Joan E. Vives
Arzobispo Urgell