Mons. Alfonso Milián En este Año de la fe es bueno recordar que Dios es nuestro Padre, que ha creado todo para nuestro bien y quiere que lo compartamos entre todos. Nos ha manifestado su amor de muchas maneras, pero de forma especial enviando a su Hijo para que, asumiendo nuestra condición humana y naciendo de María la Virgen, sea nuestro Señor
y nuestro hermano.
Jesús nos enseñó, con su ejemplo, a vivir con sencillez, sin ostentación,
compartiendo lo que somos y tenemos. Quiere que nos bajemos de nuestras posturas cómodas y seguras, como lo hizo el samaritano de la parábola que bajó de su cabalgadura y se ocupó del que había caído en manos de unos ladrones.
Son muchas las personas que nuestra sociedad está marginando, que están en la cuneta, heridos por los desahucios, por el paro, por la falta de cuidados y de ayuda, esperando que alguien se acerque y los levante de su postración. Se han cometido grandes disparates: tenemos muchas viviendas vacías y muchas personas sin casa; las entidades financieras que escapaban del control de Estado nos han llevado a la grave crisis que padecemos. Y la causa última está en no haber puesto a la persona en el centro de la vida económica y social. Como dice el Papa, el primer capital es la persona, no la economía. Si nos desviamos de este principio seguiremos yendo a peor.
Ante esta situación, va creciendo la conciencia de que hay que hacer algo. No
podemos seguir con los brazos cruzados, aferrados a nuestra forma individualista de entender la vida. ¡Es hora de despertar!
Cáritas nos invita, en la campaña de Navidad de este año, a vivir sencillamente y a trabajar por un mundo más justo en el que desaparezcan las hirientes desigualdades que conducen a los ricos a ser cada vez más ricos y los pobres, más pobres.
No podemos permanecer indiferentes como si nada estuviera pasando. La
pobreza, como el agua desbordada por la riada que anega los campos y las viviendas, va subiendo. A algunos ya les ha llegado a su domicilio, a su vida, en medio del dolor y la impotencia; otros ven que se acerca también a ellos.
En las inundaciones todos se ayudan, nadie permanece indiferente. Esta misma solidaridad se está observando en la sociedad. Son muchas las personas, grupos e instituciones que están despertando e intentan arrimar el hombro compartiendo comida, ropa o aportaciones económicas. Todo es necesario.
La Iglesia, por medio de Cáritas y otras muchas instituciones, está junto a las
víctimas, a los más débiles, a los pobres, haciendo en muchos casos de manera
subsidiaria lo que tendría que hacer la administración del Estado.
El evangelio de este domingo nos da una respuesta que no puede caer en saco
roto. A la pregunta que le hacen: ¿Qué debemos hacer?, Juan el Bautista responde: El que tenga dos túnicas, que comparta con el que no tiene; y el que tenga comida, haga lo mismo. Tal es la forma cristiana de hacer frente a la crisis.
Con mi afecto y bendición.
+ Alfonso Milián Sorribas
Obispo de Barbastro-Monzón