Mons. Francesc Pardo i Artigas Nos disponemos a celebrar que Jesús ha venido a buscarnos. Hace días que me planteo una pregunta: ¿nosotros, la gente de hoy, de qué forma pensamos acercarnos a Él, encontrarlo, reconocerlo cómo Salvador, creer en Él? Mejor aún ¿qué opciones descubro que se viven en relación con Jesús, y cómo pueden convertirse en caminos para descubrirlo?
Opción de la fe. De niños o de mayores, hemos confiado en el testimonio de los padres, sacerdotes, parroquias, profesores… y hemos experimentado la alegría de encontrarnos con Jesús y confiar en Él. Somos conscientes que este proceso es un don de Dios, al que hemos intentado responder desde nuestra propia libertad. Somos conscientes de nuestras debilidades, pecados, incoherencias, dudas… y por eso necesitamos pedir perdón, acoger la gracia por medio de los sacramentos, asegurar la comunicación y la experiencia por medio de la plegaria, dejarnos convertir por la Palabra de Dios, y verificar nuestra fe con el amor generoso y servicial del día a día. Por ello, sin la Iglesia, la compañía y el soporte de los hermanos cristianos no podríamos mantenernos en la fe.
El peligro radica en pensar que “eso de Jesús” ya lo sabemos, que estamos satisfechos, dejando que nuestra vida cristiana se convierta en una rutina y pierda el gusto. Cada tiempo de adviento es una buena ocasión para emprender de nuevo al camino hacia Belén, para conocer, amar y adorar a Jesús.
Opción de abandonar la Iglesia. Puede que esta decisión no se haya tomado de un día para otro, sino que ha sido el resultado de desengaños, ofensas, rutinas que dejan de tener sentido, del convencimiento que se puede creer en Jesús, pero que la Iglesia es un estorbo. Muchas de estas personas siguen creyendo en Dios “a su manera”. Con frecuencia están convencidas que la culpa es de la Iglesia. Para otras, tal situación es el resultado de la dejadez en el mantenimiento de la fe y de su escaso sentido de formar parte de una comunidad. No se trata de buscar culpables, sino de buscar caminos para volver a Belén, donde se hallará a Jesús niño, tan débil, tan limitado, que parece imposible que sea el Mesías Salvador.
En el fondo, estos cristianos “sin iglesia” buscan una perfección que no existe, buscan un Jesús sin encarnación. Creo que fue el gran monje, místico y escritor, Thomas Merton quien dejó escrito: “La primera y más elemental prueba de la persona en la vida religiosa es la voluntad de aceptar la vida en una comunidad en la cual todo el mundo es más o menos imperfecto, mejor dicho, donde nadie es perfecto”. De forma semejante podemos decir que Jesús sigue encarnándose, se hace presente y actúa en la Iglesia y por la Iglesia, que ciertamente es la suya y la nuestra. Iglesia santa porque es de Jesús, y humana, débil y pecadora porque es nuestra. Hallar nuevamente a Jesús demanda reencontrarlo en la Iglesia.
Opción de la incredulidad. Muchas son las causas que conducen a algunas personas a afirmar que no creen, y es imposible hacer un análisis de ello. Existen los que no creen por desconocimiento, por falta de formación religiosa; aquellos para los que todo ha de explicarse desde razones científicas de las ciencias positivas; los que no admiten ninguna verdad absoluta, hasta rehusar la cuestión de Dios, para así afirmar la dignidad, la libertad y la liberación de la persona y de la humanidad. Para ellos, hay que negar o prescindir de Dios para que el hombre viva.
Quizá el camino que tengan que recorrer sea el de no cerrarse a la intervención de Dios –eso sí, de una forma humana- en su propia vida. Cualquier día o momento, si están atentos, también podrán escuchar que “la gloria de Dios es la plenitud –la paz- de los hombres, y también la suya”.
Opción de búsqueda. Ciertamente que la necesidad de hallar respuesta a las grandes cuestiones que la propia vida plantea es ocasión de búsqueda. Estoy convencido que muchos buscan a su manera. Ojala les llegue una palabra sincera que les ayude a captar la Buena Nueva de Jesús. Que hallen “estrellas”, vidas de creyentes, que sean señales que les guíen a buscar a Jesús.
Jesús ha venido y viene. ¡Le esperamos! ¿Vamos a su encuentro? Pensemos en ello durante esta semana.
+Francesc Pardo i Artigas
Obispo de Girona