Mons. Julián Barrio Queridos diocesanos:
La Iglesia en este tiempo del Adviento nos llama a prepararnos para celebrar con gozo el Misterio de Navidad afirmando nuestra fe en Jesucristo, nuestro Señor, que fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo y nació de Santa María Virgen. “Jesús nació en la humildad de un establo, de una familia pobre… En esta pobreza se manifiesta la gloria del Cielo”1. En la Encarnación del Hijo de Dios la debilidad se hace fuerte y la fortaleza débil. Así, “el Misterio de Navidad se realiza en nosotros cuando Cristo toma forma en nosotros. Navidad es el Misterio de este admirable intercambio”2, pudiendo cantar con los ángeles: “Gloria a Dios en el Cielo y en la tierra paz a los hombres que ama el Señor”.
“El Señor está cerca”
Desde esta fe proclamada con vosotros, os animo a estar “siempre
alegres en el Señor” porque las alegrías que son según la voluntad de Dios
llenan nuestro vacío interior, duran siempre y anticipan los gozos eternos. La
exhortación del apóstol san Pablo a los filipenses sigue siendo actual para
nosotros: “Que vuestra mesura la conozca todo el mundo. El Señor está cerca”
(Fil 4,5), indicándonos que la santidad de vida se haga patente y que seamos
una imagen del bien obrar ante Dios y ante los hombres, fortaleciendo nuestra
esperanza al saber que “el Señor está cerca de los atribulados, salva a los
abatidos”. Es momento para desechar de nosotros toda maldad y la carga del
pecado. Ante el peso y el agobio de las circunstancias que nos rodean, sólo Dios que por amor nos envió a su Hijo, nos da el sosiego que necesitamos. Es el mismo Jesús quien nos dice: “La obra de Dios es ésta: que creáis en el que él ha enviado” (Jn 6, 29), porque la fe en Cristo es el camino para la salvación. En este sentido el Papa nos dice que hemos de adquirir una “exacta conciencia de nuestra fe, para reanimarla, para purificarla, para confirmarla y para
confesarla”.
La verdad del gesto fraterno
Con innumerables productos y reclamos, nuestra sociedad ofrece
una felicidad inmediata, terrenal, aquí y ahora, a través del consumo
programado que no da respuesta a nuestras profundas aspiraciones, pues “el
Señor, dice san Agustín, nos ha hecho para Él y nuestro corazón estará inquieto hasta que descanse en Él”. La Navidad fortalece la esperanza de nuestra salvación ya que celebramos el nacimiento de Cristo, nuestro Salvador, y luz verdadera que ilumina a todo hombre. ¡Ojalá escuchemos la Palabra de Dios, la celebremos con gozo y la pongamos en práctica! Contemplando la ternura del Hijo de Dios hecho hombre, semejante en todo a nosotros menos en el pecado, se reavivan nuestros mejores sentimientos en relación con los demás. La verdad del gesto fraterno sólo se asegura si se adquiere la verdad de la afirmación de la fe. Por eso, “el Año de la fe será también una buena oportunidad para intensificar el testimonio de la caridad”3. A partir de ésta todo irradia una luz cálida en medio de una cultura a veces gélida y anónima como la que quiere marcar nuestro itinerario.
La Navidad de todos
En nuestra convivencia nos encontramos con muchas heridas
abiertas que necesitan el bálsamo de la bondad y de la misericordia. “Es la fe la
que nos permite reconocer a Cristo, y es su mismo amor el que impulsa a
socorrerlo cada vez que se hace nuestro prójimo en el camino de la vida”
4. Día a día, conscientes de nuestra fraternidad, hemos de comprometernos con sencillez a ofrecer nuestra ayuda espiritual y material a quienes más puedan necesitarla, contribuyendo a potenciar la cultura del compartir frente a la cultura del tener. Hay ayudas que tenemos que dar cada uno de nosotros, pero hay otro tipo de soluciones y respuestas que deben propiciar nuestras administraciones políticas y sociales. La lista de los problemas que agobian a muchas personas y a no pocas familias, es larga. Nuestra solidaridad es la solución. ¡Hagamos que sea la Navidad de todos! ¡Estemos más dispuestos a dar que a pedir! Como Obispo vuestro os pido que llevemos el gozo espiritual de la Navidad a quienes lo están esperando, y que todos pongamos a disposición de Caritas Diocesana lo que en conciencia esté dentro de nuestras posibilidades económicas para que las necesidades materiales de no pocas personas encuentren respuesta y sus sufrimientos se vean aliviados. El Hijo de Dios ha asumido nuestra condición, ¿seremos nosotros capaces de ponernos en la condición de los demás, sobre todo de los pobres y de los que sufren? Vivir la Navidad exige este compromiso.
Navidad y Eucaristía
Bien sabemos la estrecha vinculación que existe entre la Navidad y
la Eucaristía. San Ignacio de Loyola cuenta, en su diario espiritual, que “en
cierta ocasión al momento de elevar las especies en la misa, sentía muy
claramente que el cuerpo de Jesús, era carne recibida de María santísima”. La
mejor forma de preparar la Navidad es participar con fe y fervor en la
Eucaristía, asumiendo el compromiso de entregar nuestra vida por los demás a ejemplo de Cristo. ¡Feliz y santa Navidad!
Os saluda con afecto y bendice en el Señor,
+ Julián Barrio Barrio,
Arzobispo de Santiago de Compostela