Mons. Alfonso Milián Hoy, que celebramos el Día de la Iglesia Diocesana, quiero recordaros que esta Iglesia Diocesana, que se me ha encomendado servir como sucesor de los Apóstoles, está constituida por el conjunto de todas las parroquias, con los sacerdotes que las atienden, los religiosos y religiosas que viven sus carismas entre nosotros, y los diversos movimientos, asociaciones y grupos apostólicos nacidos de vuestra vitalidad religiosa.
La parroquia os acoge para celebrar y alimentar la fe, y para dar cauce a las obras apostólicas, caritativas y sociales, fruto de una fe vivida con intensidad. Todo bautizado forma parte de una parroquia, que es como su propia familia espiritual. Ningún cristiano debe verla como una especie de supermercado, en el que obtiene algunos servicios religiosos a cambio de un donativo, sino como la familia de los hijos de Dios, en la que nace y alimenta su fe en Jesucristo, Señor, hermano y Salvador.
Cuando yo era párroco, me esforcé para que mis feligreses entendiesen que la
parroquia es como una familia, de la que recibimos mucho y en la que compartimos lo que podemos: tiempo, habilidades, dinero… Nuestro lema era: «pide lo que necesitas y comparte lo que tienes». Todos salíamos ganando. Quienes se ofrecían para ayudar a prepararse para obtener el graduado escolar, por ejemplo, disfrutaban dando gratuitamente las clases a trabajadores que no habían tenido la oportunidad de estudiar.
¡Qué diferencia, decían, entre el interés y esfuerzo que aquí ponen los alumnos y el de algunos alumnos de los colegios e institutos!
La parroquia es una célula básica de la Iglesia. El papa Juan XXIII la describió
como «la fuente de la aldea» a la que todos acuden para calmar su sed. Pablo VI recordó que su tarea es indispensable, ya que le corresponde «iniciar y congregar al pueblo en la normal expresión de la vida litúrgica; conservar y reavivar la fe en la gente de hoy; suministrar la doctrina salvadora de Cristo; practicar en el sentimiento y en las obras la caridad». Juan Pablo II dijo que «es la familia de Dios, como una fraternidad animada por el Espíritu de unidad…, una casa de familia, fraterna y acogedora…, la comunidad de
los fieles». Y Benedicto XVI dice que la Iglesia es «el abrazo de Dios a los hombres», imagen que podemos aplicar perfectamente a la parroquia.
La parroquia tiene su centro y fundamento en la Eucaristía, la mesa del Señor.
Como la mesa donde comemos juntos constituye el lugar más significativo de la vida familiar, así la Eucaristía es el centro de la vida parroquial. Sin Eucaristía no hay Iglesia y no hay parroquia.
En la parroquia tenéis un lugar destacado los laicos que colaboráis, en íntima
unión con vuestros sacerdotes, sintiéndoos corresponsables con la misión de la Iglesia.
Vosotros hacéis presente la Buena Noticia de Jesús en vuestras familias, en los lugares de trabajo, de vecindad y de vida social, y lleváis a la Eucaristía dominical y al Consejo Pastoral «los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren» para compartirlos y buscar caminos para aliviarlos.
En este Día de la Iglesia Diocesana os animo a sentiros parte activa de vuestras parroquias y a colaborar a mantenerlas. Gracias por vuestra ayuda.
Con mi afecto y bendición.
+ Alfonso Milián Sorribas
Obispo de Barbastro-Monzón