Mons. Jaume Pujol Este domingo 11 de noviembre celebramos la clausura de los actos del centenario de la Coronación Canónica de la Mare de Déu del Claustre de la Catedral de Tarragona. Doy gracias a Dios por los muchos frutos visibles, y también ocultos, que nos ha deparado la celebración de este centenario y quiero comenzar agradeciendo al Cabildo de la Catedral y a la Confraria de la Mare de Déu del Claustre las actividades desplegadas con este motivo.
De modo especial hay que destacar la experiencia tan emotiva que ha sido el itinerario de una réplica de la imagen que ha visitado —entre otros—colegios, residencias de ancianos y de personas discapacitadas y parroquias.
En algunos casos he podido apreciar personalmente el gozo con que era acogida la simpática imagen de nuestra Verge del Claustre, tan venerada. De otros, me han llegado ecos, y todos coinciden en que ha sido muy positiva la experiencia de esa visita que reviste tanto simbolismo: la Madre de Dios no espera a que vayamos a verla en su santa capilla, ella misma viene a nuestro encuentro, porque desea estar con las personas en sus lugares habituales de residencia y trabajo.
De la ilusión con que ha sido recibida dan fe numerosas anécdotas, la mayoría de las cuales tienen como protagonistas a jóvenes y niños; también a enfermos y a personas con alguna discapacidad, como las atendidas por la Fundació Topromic. Me detengo a citar ese caso concreto, porque tengo ante mi el precioso álbum con el cual me obsequiaron y en el que recogieron redacciones y dibujos de las personas que atiende, en torno a la visita de la piadosa imagen
Las personas, en cada una de las circunstancias en que se encuentren, son las verdaderas “piedras vivas”, que forman el templo de Dios, al que nos introduce —o nos devuelve, si nos hemos apartado— la devoción mariana.
Todos nos alegramos de que esta “excursión” de la imagen de la Mare de Déu del Claustre haya reavivado la fe de los tarraconenses, máxime en este Año de la Fe. A Ella le pedimos que nos ayude en nuestro camino hacia Dios y en el deseo de extender a mucha gente el amor a Jesucristo. Le rogamos, de un modo especial, por los sacerdotes y las vocaciones religiosas. Y por los seminaristas. Precisamente he querido que la imagen que ha hecho este recorrido urbano durante el presente año —una preciosa réplica de la original—, sea colocada en el Seminario Menor para que pueda ser invocada en petición de las vocaciones al ministerio sagrado, que tanto necesitamos.
Clausuramos así el centenario de la Coronación de esta advocación de la Virgen, pero conscientes de que no termina todo aquí. La corona de las madres son los hijos, y la de María hemos de ser nosotros en todo momento, ahora y siempre.
† Jaume Pujol Balcells
Arzobispo metropolitano de Tarragona y primado