Mons. Alfonso Milián Todos los años los sacerdotes de la Diócesis se reúnen, en los primeros días de octubre, durante tres días, en unas jornadas de convivencia y trabajo que se realizan en Peralta de la Sal. Estas Convivencias siempre tienen un tema central orientado a mejorar el servicio pastoral de nuestras parroquias. Este año se ha reflexionado sobre una propuesta para reorganizar nuestra atención pastoral teniendo en cuenta las actuales circunstancias de la Diócesis, marcadas por dos condicionamientos: la evolución demográfica de algunas zonas rurales frente a las crecientes necesidades de otras más pobladas y la carencia de vocaciones y envejecimiento de los sacerdotes actuales, que merman sus facultades para servir a los pueblos con la agilidad con la que antes podían hacerlo.
Somos conscientes de que vivimos en un mundo en cambio, que nos obliga a responder a los retos, que constantemente se plantean, con respuestas evangélicas.
Somos también conscientes de que esas respuestas deben ser generosas y tomadas desde la disponibilidad para el servicio, pero mirando a un futuro que ya ha empezado, sin dejar que nuestra preocupación se agote en las urgencias de cada momento actual.
Hace unos meses designé una Comisión que ha preparado la reflexión llevada a cabo en la Convivencia. Se realizó una consulta a los sacerdotes con el fin de identificar los problemas reales del mejor modo posible. Durante los días de la Convivencia hemos tratado de ver cuál es la situación real de la Diócesis, en lo que se refiere al servicio pastoral de las parroquias, cuáles son nuestras posibilidades y cuáles los retos que se nos plantean. A continuación, se presentó una propuesta de reorganización pastoral, elaborada por la Comisión, a partir de los datos que recabó en la consulta. Con la ayuda del sacerdote y teólogo pastoralista Ramón Prat, quedaron perfilados los criterios y actitudes que deben acompañar y guiar todo el proceso de reorganización. Los sacerdotes, mediante intensas reuniones por arciprestazgos, pudieron reflexionar sobre la propuesta y expresar sus puntos de vista. En mi opinión, lo mejor de la Convivencia fue esta implicación de todos los reunidos y sus aportaciones para afrontar con realismo y espíritu evangélico el tema que tenemos sobre la mesa.
Hace cincuenta años, el Concilio Vaticano II relanzó una imagen de la Iglesia, tan antigua como actual: la definió como Pueblo de Dios. El trabajo desarrollado estos días pretende ser el comienzo de una andadura que quiero hacer con todo el Pueblo de Dios, que sois todos vosotros, que peregrina en estas tierras del Alto Aragón, del Somontano y de la ribera del Cinca, que me ha sido encomendado. Deseo que este proceso de reflexión llegue a todos los rincones de nuestra Diócesis y que todos ―laicos, religiosos y religiosas, junto con vuestros pastores― podáis hacer vuestra aportación para lograr el mejor servicio posible de nuestra Iglesia, fieles al Espíritu del Señor, y al servicio del mundo que se nos ha encargado evangelizar.
Con mi afecto y bendición.
+ Alfonso Milián Sorribas
Obispo de Barbastro-Monzón