Mons. Eusebio Hernández Sola Queridos hermanos y amigos:
Las lecturas de este domingo, leídas a la luz del Año de la Fe que estamos celebrando, nos ayudan a profundizar en dos aspectos importantes de nuestra fe cristiana: la alegría y la luz.
La alegría de la liberación.
El profeta Jeremías (31, 7-9) hace una invitación a la alegría: “Gritad de alegría por Jacob, regocijaos por el mejor de los pueblos; proclamad, alabad y decid: El Señor ha salvado a su pueblo”.
El profeta se dirige a un pueblo que vive en el exilio, lejos de su tierra, sometido y sin esperanza. Lejos de dar un mensaje negativo o de recordar las situación que llevó en su momento a que el pueblo sufriera el exilio; el profeta anuncia la liberación y la vuelta, porque a pesar de las dificultades y de la humillación, Dios no ha abandonado nunca a su pueblo y ahora anuncia a través de Jeremías la vuelta y la liberación.
La alegría cristiana nace también como en tiempos del profeta de la cercanía de Dios que no abandona nunca la obra de sus manos y nosotros somos esa obra. A pesar de las dificultades por las que pasamos, de la falta de fe y del enfriamiento de los sentimientos religiosos, nosotros sabemos que Dios no nos va a dejar. Nuevas fuerzas nos renovarán y Él mismo hará que nuestro anuncio de Jesucristo llegue al corazón de todos.
La verdadera liberación de cada ser humano viene de la acción de Dios en su vida, por ello, con un renovado entusiasmo, en este Año de la Fe nuestras comunidades y cada cristiano debe sentirse llamado a la alegría de saberse liberado de toda atadura que impide nuestra alegría; y a la vez, llamado a hacer participes a otros de la misma liberación y alegría.
Si miramos con atención a nuestro alrededor descubrimos que muchas personas necesitan también hoy este anuncio de liberación que Dios puede producir en sus vidas y que les llevará a la verdadera alegría.
No desfallezcamos ni nos desanimemos porque somos pocos o mayores, ni tampoco porque parezca que no nos entiendes o no quieren comprender lo que significa la fe y la vida cristiana. Nuestro anuncio del Evangelio tiene futuro y arraigará en cada corazón.
La luz de la fe
El día de nuestro bautismo se nos entrego un cirio encendido indicándonos: “Recibid la luz de Cristo” . Hoy en el milagro del ciego Bartimeo que escuchamos en el Evangelio (Mc 10, 46-52) descubrimos en Jesucristo a aquel que puede dar la vista y la luz, la verdadera iluminación al hombre, tantas veces ciego para la vida de la fe.
El ciego Bartimeo es consciente de su necesidad de ver y sabiendo que Jesús pasa a su lado se pone a gritar: “Jesús, ten compasión de mí” . Es la expresión de su fe, de su confianza y por ello Jesús concluirá diciendo, después de devolverle la vista: “Anda, tu fe te ha salvado”.
En este año toda la Iglesia debe elevar también la oración confiada de Bartimeo, como él debemos gritarle a Jesús, suplicarle que nos de su luz que ilumine nuestras vidas, hagamos este ejercicio de fe; que en nuestra oración personal y comunitaria supliquemos la luz de la fe, la luz de Jesucristo, para nosotros y para tantas personas que lo necesitan.
Si llenos de fe suplicamos al Señor el actuará y podremos decir con el salmo de hoy (125): “El Señor ha estado grande con nosotros y estamos alegres”.
Con todo afecto, os bendigo.
+ Eusebio Hernández Sola, OAR
Obispo de Tarazona