Mons. Javier Salinas Se celebra en Valencia los primeros días de octubre un Congreso de todas las Diócesis de España, en torno a un tema de gran alcance: el trabajo pastoral con jóvenes. El lema de la convocatoria es explícito: “También vosotros daréis testimonio” (Jn 15,27). Van a ser unos días de trabajo intenso que lleve a los jóvenes a ponerse en camino para hacer presente la novedad del Evangelio entre los jóvenes mismos, y, desde ahí, a toda la sociedad. Los jóvenes son esperanza, a pesar de las dificultades de nuestro tiempo presente.
Este Congreso tiene como objetivo principal descubrir nuevos caminos para evangelizar a los jóvenes, y que ellos sean testimonios del Evangelio. Reconocemos los múltiples valores humanos y religiosos de los jóvenes, pero constatamos también su alejamiento dela Iglesia. Eneste aspecto se da un cierto conformismo en la comunidad cristiana. Se dice: “son buena gente, generosos, abiertos, solidarios, pero no vienen ala Iglesia”. Como si esto último fuera algo irremediable y no tan importante. Quizá este conformismo sea un signo de cansancio. Pero es nuestra responsabilidad como cristianos ofrecer a los jóvenes la buena noticia de Jesús, pues es el sentido a la vida que ellos no cesan de buscar.
Hay que encontrar en cada parroquia el espacio idóneo en el que los jóvenes se sepan acogidos, atendidos y acompañados, de manera que no se sientan extraños sino parte activa de sus propias comunidades. En esta hora la cuestión no es qué hacer para ganarse a los jóvenes, para conquistarlos o atraerlos ala Iglesia, como se decía en otro tiempo. Hay que caminar con ellos, según su edad y su cultura. Y, juntos, encontrar el camino que da sentido a esa búsqueda de un amor fuerte. Para ello es insustituible el testimonio personal de cada uno en la comunidad cristiana, especialmente de quienes les acompañan. Un testimonio que ha de mostrar a Jesucristo como buena noticia, como luz que ilumina nuestra oscuridad, como esperanza viva.
En esta crisis de fe que vivimos, los cristianos vamos descubriendo que no seremos un testimonio creíble del Evangelio si no empezamos a vivirlo intensamente; si el esfuerzo evangelizador entre los jóvenes no tiene una dimensión también educativa, de manera que promueva su crecimiento en libertad y verdad; si todo nuestro quehacer no tiene como punto de partida una oración intensa, que reconoce que nada podemos si el Espíritu del Señor no impulsa nuestras vidas, y que es Él quien dará crecimiento y fortaleza a la siembra que supone todo trabajo con quienes están creciendo en la vida, y también en la vida cristiana.
† Javier Salinas Viñals
Obispo de Tortosa