Mons. Francisco Cerro En este Año Jubilar con el lema “somos un pueblo que camina” y que culminará el 8 de diciembre, la Iglesia Diocesana mira a dos testigos gigantes de la fe que vivieron en nuestra tierra: San Pedro de
Alcántara y el Beato Spínola, testigos de la alegría.
San Pedro de Alcántara: hemos recogido en un libro, “De raíces de
árboles“, donde por primera vez la diócesis publica su tratado sobre la contemplación y pistas para la predicación para acercarse a la figura colosal
del extremeño más universal de todos los tiempos. San Pedro de Alcántara, desde su cuna en Alcántara y desde El Palancar, con su deseo de volver como franciscano “al Evangelio sin glosa”, nos recuerda el volver una y
otra vez a lo Absoluto de Dios. San Pedro de Alcántara, como la santidad,
no pasa nunca de moda al celebrar el cincuenta aniversario de la proclamación como patrono de Extremadura por el Beato Juan XXIII y al celebrar 450 años de su tránsito de este mundo, es decir de su muerte. El santo alcantarino es una referencia de renovación de Amor al Señor y a la Iglesia y de evangelizar desde “signos pobres” en una sociedad como la nuestra necesitada del Agua Viva del Evangelio.
Os recomiendo leer al santo extremeño, sobre todo el libro que con
motivo del Jubileo Diocesano hemos publicado para seguir profundizando en este gigante de santidad.
El otro testigo es el Beato Spínola, el único obispo hasta este momento, santo en nuestra diócesis. El que fue llamado arzobispo mendigo, fundador de las Esclavas del Divino Corazón, es también una referencia por
su profundo amor al Corazón de Cristo y su pastoral luminosa en el tiempo que le tocó vivir.
Spínola representa para todos nosotros una llamada a tomarnos en
serio el seguimiento de Cristo, el entregar la vida por amor. Este obispo
santo era un hombre que supo responder a la necesidad de transmitir el
Amor de Jesús a los ambientes empobrecidos. Es necesario volver una y
otra vez a las raíces del Evangelio. Sin el Amor a Jesús no existe transformación de una sociedad que cuanto más se aleja de Dios, menos futurotiene. Sin amor a los que el Señor nos envía no se puede evangelizar. Sin
el Amor de Cristo nuestra vida pierde el norte.
Los testigos que han acertado en la diana de la evangelización son
las estelas que nos marcan camino, para que desde “signos pobres“ llevemos a todos la alegría de la salvación de Cristo, que, como decía Benedicto XVI, “no quita nada, sólo da“.
Vivamos el Jubileo Diocesano presentando la santidad de “los mejores hijos de la Iglesia“, los santos, con Pedro de Alcántara y el Beato Spí-
nola, nos ayuden más a descubrir el gozo y la alegría del Amor de Dios.
El camino de Pedro y Spínola pasa por el camino de cada persona que
debe ser anunciando el Amor de Jesús y eso viviéndolo con gozo y alegría en la Iglesia. No podemos dejar de mirar a Cristo con los ojos de la
fe con que miraron los santos la vida y los acontecimientos. Es necesario
volver una y otra vez la mirada a los testigos del Amor de Dios en nuestra diócesis.
En la medida en que nuestra vida se hace entrega al mismo amor
al que se entregaron los santos (Pedro y Spínola) nuestra vida, también
como la suya, se hace ternura y servicio a los más pobres. Sin la comunión
de los santos, que en el fondo es que somos como una familia, un “pueblo que camina” no puede llegar a cumplir la misión de anunciar a Cristo
para la salvación del mundo.
En el subrayado este año de los laicos y del asociacionismo, los santos nos recuerdan que “el trato con Dios no es amargura“, que es necesario seguir evangelizando en el momento crítico que nos ha tocado vivir. Es
mejor encender pequeñas luces que maldecir la oscuridad. Con San Pedro
y el Beato Spínola en este Año Jubilar, seguimos construyendo “la civilización del Amor y de la vida“ que tiene como centro a Cristo “camino de la
Vida verdadera“. Sólo en la medida en que nuestra vida se hace entrega y
generosidad para el servicio de la humanidad más empobrecida que es
solamente la que se abre al mensaje de salvación de Jesús que más que
nunca necesita nuestro mundo y nuestra sociedad.
+Francisco Cerro Chaves
Obispo de Cória-Cáceres