Mons. Jaume Pujol Hace 81 años, el 12 de febrero de 1931, Guillermo Marconi, inventor de la radio, llegó al Vaticano con una emoción especial. Pío XI le había encargado la construcción de una emisora de radio vaticana y este día iba a comenzar sus emisiones al mundo con unas palabras del Papa, que fueron lo solemnes que requería la ocasión: “Escuchad tierra, la palabra de mi boca…oíd y escuchad, pueblos lejanos…”.
Hay una fotografía que muestra al pontífice junto al inventor, y es un testimonio del valor que manifestaba quien era cabeza de la Iglesia por este nuevo instrumento de comunicación. Recuerdo al respecto otra fotografía, que ahora resulta curiosa, de Pío XII escribiendo a máquina, una Olivetti con la que fue obsequiado. Cada época tiene sus medios técnicos de escritura y de comunicación. Bill Gates sería quizá el Marconi de nuestra época. El desarrollo que ha tenido el mundo de los ordenadores y el Internet convierten en lejano el tiempo en que no existían, aún siendo medios tan recientes.
Esta reflexión viene al hilo de los comentarios que vengo realizando este año a propósito de los 50 años del comienzo del Concilio Vaticano II. Uno de los Decretos de este Concilio fue dedicado a los Medios de Comunicación Social, y aunque ha pasado casi medio siglo de su publicación, y los medios técnicos han cambiado tanto, su contenido es de gran actualidad. Tanto si se trata de información a través de la vieja prensa escrita como si tiene como soporte los últimos inventos de pantallas táctiles, el mensaje contenido en este decreto merece ser tenido en cuenta.
El Concilio alaba la libertad de información, llama a la presencia de católicos en los medios, pide la creación de oficinas de prensa de la Iglesia, establece una jornada anual de Medios de Comunicación Social y anima a favorecer la producción de programas y espectáculos de los que puedan gozar las familias.
Al mismo tiempo señala algunos peligros que, hoy más que ayer, se revelan muy reales. Llama a respetar la verdad por encima de todo en las noticias; a proteger la dignidad de las personas y su intimidad; a rechazar la exaltación de las pasiones humanas y a no caer en la explotación de bajos sentimientos. Si observamos el poco aprecio que a veces se tiene por la verdad, sometiéndola a intereses de partido o de negocio, y la dedicación de muchos programas televisivos o de internet a cultivar instintos básicos o incluso a la explotación del dolor ajeno, o a invadir la intimidad de las personas, vemos cómo son de necesarias las orientaciones conciliares.
Como toda actividad profesional, el periodismo y la comunicación social en general tienen luces y sombras. Cuando me reúno con los periodistas, cosa que hago habitualmente y de modo especial en la fiesta de San Francisco de Sales, les agradezco su tarea que, bien orientada, es una aportación impagable a hacer un mundo mejor, lo que pasa por el respeto a estos valores que, a la postre, derivan en su mayor parte del propio Evangelio, palabra que, no en vano, significa “buena noticia”.
† Jaume Pujol Balcells
Arzobispo metropolitano de Tarragona y primado