–¿Es verdad que la tierra que vio nacer a Jesucristo, ve ahora cómo los cristianos se marchan?
–En Jerusalén hay cuatro barrios: cristiano, musulmán, judío y armenio. Mi padre tenía una tienda de velas a un minuto del Santo Sepulcro. En una calle con más de treinta negocios, no quedan más de diez que sean cristianas. Para mí, el cristianismo es la religión más tolerante. Sin embargo, muchos cristianos han emigrado porque les han confiscado sus tierras y porque sus hijos se quedan sin educación si permanecen allí. Pueblos como Belén o Beit-Sahur (donde se apareció la estrella a los Magos de Oriente), han pasado de un 80% a un 20% de población cristiana.
–¿Cuándo llegó a Málaga?
–Vine a España con una beca para estudiar, hace ya 20 años. En 1994 empezó el proceso de paz y decidí volver porque pensé que si los intelectuales salíamos del país sería más difícil la recuperación, además tenía allí mi familia esperándome. Pero descubrí que todo eran falsas esperanzas. Soy persona de paz, no soy persona de violencia y llegó un momento en que no pude aguantar más. Busqué la manera de salir y elegí a Málaga porque necesitaba un tiempo de paz, venía cargada de la situación política y aquí no conocía a nadie, además de la buena temperatura de la ciudad.
–¿Echa de menos su tierra?
–Jerusalén es la ciudad más bonita del mundo. Es la tierra de Nuestro Señor Jesucristo. Y, en la actualidad, los cristianos de Belén o de Rammala no pueden ir a Jerusalén a celebrar la Navidad o la Semana Santa. Cuando yo era pequeña, en Semana Santa, las celebraciones eran multitudinarias en el Calvario, grupos de colegios, de peregrinos y cristianos llegados desde todos los pueblos palestinos.
–¿Qué le llama la atención de cómo se vive y se celebra la fe en España?
–Veo que las fiestas cristianas, o la celebración de los sacramentos, en muchos momentos, son más un acto cultural que religioso. Vine a España pensando que era católica, pero no lo es. La mayoría de mis amigos no son creyentes y me preguntan cómo es posible que todavía crea. Además veo falta de formación. Hay mucha gente que no sabe dónde nació y murió nuestro Señor. Yo en mi vida he visto a Jesucristo, he visto cómo ha unido a mi familia. He visto cómo ha estado en mitad del sufrimiento, en las enfermedades de mis padres. Yo he conocido a Jesucristo y nadie me va a decir que no existe.