Mons. Àngel Saiz Meneses El Año de la Fe se iniciará en toda la Iglesia el próximo 11 de octubre, día en que se cumplen los cincuenta años del comienzo del Concilio Vaticano II, convocado por el beato Juan XXIII. En la exhortación apostólica Porta fidei (La Puertade la fe), Benedicto XVI explica la razón por la cual ha elegido esta fecha, que pone en relación el Año dela Fecon el Concilio Vaticano II.
“He pensado –dice- que iniciar el Año dela Fecoincidiendo con el cincuentenario de la apertura del Concilio Vaticano II puede ser una ocasión propicia para comprender que los textos dejados en herencia por los Padres conciliares, según las palabras del beato Juan Pablo II, ‘no pierden su valor ni su esplendor. Es necesario leerlos de manera apropiada y que sean conocidos y asimilados como textos cualificados y normativos del Magisterio, dentro dela Tradicióndela Iglesia”.
En la carta que dirigió a todala Iglesiaal comienzo del nuevo milenio, el beato Juan Pablo II añadía esta convicción: “Siento más que nunca el deber de indicar el Concilio como la gran gracia de la quela Iglesiase ha beneficiado en el siglo XX. Con el Concilio se nos ha ofrecido una brújula segura para orientarnos en el camino del siglo que comienza”. “Yo también –añade por su parte el Papa actual- deseo reafirmar con fuerza lo que dije pocos meses después de mi elección como sucesor de Pedro: ‘Si lo leemos y lo acogemos guiados por una hermenéutica correcta, puede ser y llegar a ser cada vez más una gran fuerza para la renovación siempre necesaria dela Iglesia” ( Porta fidei, 5).
También en el discurso que pronunció a sus colaboradores dela Curia Romanacon motivo dela Navidad, ofreció una visión de lo que para él, desde su alta responsabilidad, constituye una interpretación o hermenéutica correcta del Concilio Vaticano II. Reconocía que todo depende de esta “justa interpretación”. Y explicó que los problemas de la recepción del Concilio, en especial en los años del inmediato postconcilio, “nacieron del hecho que dos hermenéuticas contrarias se confrontaron y discutieron entre sí. Una causó confusión; la otra, silenciosamente pero siempre de forma más visible, ha llevado frutos. Por una parte, existe una interpretación que quisiera llamar hermenéutica de la discontinuidad y de la ruptura; ésta no raramente ha tenido de su parte la simpatía de los mass-media y también de una parte de la teología moderna. Por otra parte, hay la ‘hermenéutica de la reforma’, de la renovación en la continuidad del único sujeto Iglesia, que el Señor nos ha dado; que es un sujeto que crece en el tiempo y se desarrolla, permaneciendo sin embargo siempre el mismo, el único sujeto del Pueblo de Dios en camino”.
Siendo un joven teólogo, Joseph Ratzinger participó muy activamente en el Concilio Vaticano II, como experto del cardenal Frings, arzobispo de Colonia. El Vaticano II, por ello, forma parte de su experiencia personal y de sus recuerdos. Es obvio que la interpretación que considera válida es la de la hermenéutica de la reforma, siempre necesaria enla Iglesia, como afirma la conocida sentencia “Ecclesia semper reformanda” (la Iglesiasiempre necesita ser reformada).
Con este criterio, hemos de disponernos a entrar en este curso, una de cuyas tareas tendrá que ser la de profundizar en las enseñanzas del Concilio Vaticano II conscientes de que su recepción por el Pueblo de Dios no está acabada y continuará dando nuevos frutos.
+ Josep Àngel Saiz Meneses
Obispo de Terrassa