Mons. Javier Salinas Estamos en tiempo de vacaciones. Este año, algunos se quedarán en casa; otros saldrán pocos días, quizá al pueblo de sus padres, una buena oportunidad para revivir los vínculos familiares. En todo caso el tiempo de vacaciones llama a nuestra puerta, son un derecho, una necesidad y un deber. Así lo valorala Doctrina Socialdela Iglesia.
Las vacaciones son un derecho. En el Evangelio leemos que Jesús dijo a sus discípulos al volver de la misión: “Venir vosotros a solas a un lugar desierto a descansar un poco”(Mc 6,31). El Vaticano II: “…disfruten todos de un tiempo de reposo y descanso suficiente que les permita cultivar la vida familiar, cultural, social y religiosa”(GS,67). Y también la legislación laboral. Dios mismo se tomó un descanso. Por eso, “el fiel es invitado a descansar no sólo como Dios ha descansado, sino a descansar en el Señor” (Dies Domini, 16). Y nos ha dado el domingo, el día del Señor. Necesitamos el descanso del cuerpo y del alma para soportar el duro ritmo de vida de cada día.
Las vacaciones son una necesidad. Para disfrutar más tiempo de la familia; dialogar los esposos; hacer actividades de recreo o culturales con los hijos; rezar y asistir juntos a las celebraciones de la comunidad parroquial allá donde estemos; para reencontrarnos con otros familiares. Un tiempo para la convivencia armónica, para compartir y vivir el amor fraterno, el diálogo y la vida cristiana. Para rehacer o intensificar nuestra relación con el Señor; para la oración; para recuperar la práctica religiosa en familia; para la lectura dela Palabrade Dios o de algún libro que alimente el espíritu.
Las vacaciones son un deber. Después de cumplir con la responsabilidad laboral y también como padres y madres, como miembros de una comunidad parroquial, tenemos el deber de descansar para recuperar fuerzas e ilusiones; de intensificar nuestra vida cristiana, profundizar la espiritualidad y la relación con la comunidad. Donde estemos vivamos las vacaciones en clave cristiana. Debemos descansar para poder retomar el trabajo con renovadas energías, para cumplir con las exigencias que éste conlleva. Y todo sin olvidar la solidaridad cristiana que nos lleva a la empatía con quienes han perdido su trabajo. Hay quien dedica parte de las vacaciones a ayudar en centros eclesiales o a colaborar con proyectos de ayuda en otros países.
Descansar no significa no hacer nada, olvidarnos de Dios o aislarnos de los demás. Seamos acogedores con quienes nos encontremos; servidores con quién necesite algo de nosotros; generosos con la parroquia que nos acoja. Y no desaprovechemos la visita a nuestro rico patrimonio artístico, testimonio del Evangelio en el tiempo.
† Javier Salinas Viñals
Obispo de Tortosa