Mons. Rafael Palmero 1. Escribí, hoy hace un año, al Santo Padre, diciéndole que en ese 27 de julio de 2011 cumplía 75 años, la edad señalada por el vigente Código de Derecho Canónico (c. 401,1) para la jubilación.
Hoy, 27 de julio de 2012, nuestro querido Papa Benedicto XVI, el
que me nombró obispo de Orihuela-Alicante hace seis años y medio, se ha
dignado aceptarla.
Recuerdo muy bien que en la mencionada carta del año pasado expresé
un doble sentimiento, que reitero de nuevo:
– De gratitud al Señor por la vocación al sacerdocio y la dedicación al
ministerio episcopal durante 24 años, en Toledo, en Palencia y aquí,
con vosotros, queridos diocesanos.
– De ofrecimiento para seguir prestando idéntico servicio, aunque de
otra manera, desde la retaguardia orante. Teniendo siempre a la vista
la actitud del Verbo en la Encarnación, que “no vino a ser servido
sino a servir” (Mt 20, 28), y la sentencia de Orígenes: “Quien es
llamado al episcopado, no es llamado al poder, sino al servicio de
toda la Iglesia” (I Cant. Comen. 1,3), quiero seguir trabajando con la
oración, con la predicación y con todas las obras de caridad. 2. No es éste, pienso yo, el momento de hacer balance alguno de lo que
hemos vivido y hemos logrado juntos. El Señor lo sabe y lo valora. Sí el de
examinar la conciencia y el agradecer a los colaboradores más inmediatos,
a todo el Clero, a los Religiosos y Religiosas, a los Seminaristas, grupos y
movimientos de apostolado seglar de las Parroquias, lo mismo que a las
autoridades empeñadas en favorecer el bien común. A todos, su
colaboración y su ayuda.
Y formulo nuevamente un ofrecimiento compartido: Que el Señor
acepte nuestras vidas, la de todos, como materia apta para el sacrificio
eucarístico que diariamente celebramos en la Iglesia y las presente al Padre.
De la mano de Santa María, Madre suya y Madre nuestra, para quien “nada
es difícil…”.
3. Que mejoren para todos los tiempos duros que nos toca vivir y que,
con la llegada del nuevo Obispo, Don Jesús Murgui Soriano, cercano por
su origen y con cualidades y experiencia pastoral, con ilusión y esperanza
compartidas, sea él quien os ayude, os guíe y acompañe en los próximos
años…
Prestadle la colaboración generosa que me habéis ofrecido a mí y
que el Señor bendiga los esfuerzos de todos. Ojalá pueda hacerse de uno y
otro obispo, del que cesa y del que se incorpora, el elogio que hacía San
Agustín: “Merced a estos agricultores, segantes, arquitectos, pastores y
proveedores, la Iglesia Santa creció y se propagó”. (Contra Julián
Pelagiano, II, 37.) Quiéralo Dios.
+Rafael Palmero Ramos