Mons. Jaume Pujol San Ambrosio nos dejó una frase que resume en muy pocas palabras una idea muy importante. En latín es: “Ubi Petrus, ibi Ecclesia” (donde está Pedro, allí está la Iglesia). La comunión con el Papa es el máximo signo de la unidad que quiso dejar Jesucristo para todos sus seguidores. Desde el principio se vivió así. Primero en Jerusalén, luego en Roma, Pedro ejerció el primado y los primeros discípulos así lo reconocieron.
Con los sucesivos Papas que le han sucedido ha ocurrido lo mismo. La Iglesia sabe que, sea quien sea el sucesor de Pedro, es la persona que Dios ha puesto para “confirmar a los hermanos”. La personalidad y las cualidades pueden ser muy variadas, pero su título es el mismo, el de “dulce Cristo en la tierra” en palabras de santa Catalina de Siena.
Los arzobispos metropolitanos, cuando somos nombrados, acudimos a Roma a visitar al Papa y recibir el Palio, una ceremonia que es un signo de unidad. Recuerdo muy bien la emoción que experimenté cuando acudí a la Ciudad Eterna para este cometido tan agradable en junio de 2005. Esta cercanía física no siempre es posible, pero sí la espiritual, ya que no entiende de distancias geográficas ni del lugar donde el Papa se encuentre en cada momento. Estos días está en México y preparando el viaje a Cuba. Recordemos “Ubi Petrus, ibi Ecclesia” y estemos a su lado, viajemos con él aunque sea con la imaginación y la oración.
Es su segundo gran viaje a Latinoamérica. El primero fue a Brasil, y en esta ocasión visita un gran país como es México que, hace casi un siglo dio muchos mártires a la Iglesia, y que hoy tiene una gran mayoría católica y una gran devoción mariana, representada de modo muy particular por las multitudes que veneran a la Virgen en su santuario de Guadalupe.
A continuación visitará Cuba. Juan Pablo II, que visitó México en su primer viaje, tardó muchos años en acudir a Cuba, porque quería cerciorarse de que su viaje a este país sería en provecho de la comunidad cristiana y que representaría un impulso a la libertad religiosa y a los derechos humanos, como así fue.
La aclamación general que recibió el Papa Wojtyla se espera que la tenga igualmente su sucesor. Recemos por los frutos de estos viajes. Procuremos identificarnos con las intenciones de quien es cabeza de la Iglesia; leamos sus mensajes y hagámoslo con este sentido de preocupación por todas las almas, “desde Oriente hasta Occidente”, como nos enseñó san Fructuoso.
Estos viajes son humanamente agotadores, pero el Papa siente la necesidad de hacerlos, por el amor que tiene a todas las personas. Confirmar a los hermanos en la fe necesita a veces de esta presencia física, la misma que llevaba a san Pablo a visitar comunidades cristianas ya establecidas. Que le ayudemos espiritualmente en esta siembra generosa de la semilla de Cristo para que arraigue en todos los corazones.
† Jaume Pujol Balcells
Arzobispo metropolitano de Tarragona y primado