Mons. Javier Salinas Cada tiempo conlleva su dificultad y su oportunidad. Los tiempos de crisis nos emplazan a descubrir lo realmente importante. No es fácil afrontar la vida ante un futuro amenazado e incierto. Pero la crisis que vivimos no es meramente económica, sino también de los valores que orientan nuestra vida, de los fundamentos que le dan sentido. Esa ausencia de valores ha llevado a las personas a actuar sin conciencia de lo que está bien o mal; de lo que es moral o inmoral; en definitiva,delrespeto a sus conciudadanos. La misma ausencia de valores es también que hace que hoy exista un tercer mundo.
Cuando alguien vive la fe cristiana le afecta,comoa todos, la realidad que le rodea, pero va más allá. Creer en Jesucristo, en su camino de vida, ayuda a afrontar las dificultades sabiendo que éstas no tienen la última palabra y que el valor de cada persona está por encima de todo. El ejemplo más claro de la fuerza de la fe lo tenemos en los cristianos que hacen de su vida un don para los demás: en el silencio de la oración o en la familia, en el ejercicio responsable de la profesión o en la acción solidaria y misionera. El Evangelio continúa escribiéndose en la vida de muchos cristianos.
Sin embargo hemos de reconocer que la fe de muchos cristianos se está adormeciendo,comouna llama que un día iluminó pero que está apagándose. Una cuestión que hemos de reconocer y afrontar. Muchas veces hablamos de los problemas de nuestro mundo, de las dificultades para vivir la fe. Pero con ello quizá ocultamos nuestra propia debilidad: la fe no sostiene nuestra vida. Es necesario darle una oportunidad al Evangelio que la Iglesia proclama, celebra, vive y ora.
Sin fe, sin confianza, desde un punto de vista humano, es imposible construir nada. Nuestro mundo está necesitado de confianza. La fe cristiana se presentacomoel Evangelio que suscita confianza. Porque quien cree en Cristo, quien se abandona en Él, quien acepta sus palabras y las pone por obra, encuentra aquella confianza que le permite afrontar las dificultades sin quedar atrapado por ellas. Es el gran regalo que Dios nos ofrece. Pidámosle ser capaces de acogerlo con fe.
El tiempo de Cuaresma nos invita a participar más intensamente en la vida de la Iglesia y, así, dejarnos alimentar por la Palabra de Dios y el Pan de la Vida; dejarnos curar por el sacramento del Perdón; ofrecer a los demás lo mejor de nosotros mismos; reconocer el valor sagrado de cada persona; esforzarnos por no ser indiferentes a ningún sufrimiento. Es el modo concreto de dar una oportunidad a la fe en nuestra vida.
+ Javier Salinas Viñals
Obispo de Tortosa