Mons. Francisco Gil Hellín El miércoles próximo comienzala Cuaresma. Coneste motivo, el Papa ha dirigido a todos los católicos del mundo un Mensaje con el fin de ayudarnos a vivir con más intensidad este tiempo quela Iglesiacalifica como « tiempo fuerte de salvación». Tres son los puntos sobre los que el Papa nos invita a reflexionar y actuar: la atención al otro, la reciprocidad y la santidad personal.
El primer movimiento de «la atención al otro» es descubrirle, caer en la cuenta de que existe y tiene necesidad de nosotros. Nunca ha sido fácil esta mirada profunda, porque el pecado original ha dejado en nosotros la tendencia a mirar al otro con indiferencia y desinterés. En el evangelio encontramos dos ejemplos típicos de esta actitud: la parábola del Samaritano y la del rico Epulón. En el primer caso, el sacerdote y el levita «dieron un rodeo» para no auxiliar a un caminante que había sido robado y dejado medio muerto en el camino. En el segundo, el rico, saturado de bienes y comodidades, es incapaz de descubrir la condición del pobre Lázaro, que se muere de hambre delante de su casa.
Ambos supuestos son hoy muy frecuentes. Muchas veces, la riqueza material y el ansia de tener y disfrutar cierran los ojos del alma y nos impiden descubrir situaciones sangrantes en el entorno de nuestra familia, de nuestros amigos o de los compañeros de trabajo. Otras –y éstas suelen ser las más frecuentes- la venda que nos impide ver al otro es el anteponer nuestros intereses y nuestras preocupaciones a los demás. Ciertamente, tenemos que preocuparnos de nosotros y de nuestras cosas. Pero éstas nunca pueden absorber nuestro corazón hasta hacerle sordo a las necesidades del pobre.
De todos modos, al otro hay que descubrirlo no sólo en su dimensión física y material sino también en su dimensión espiritual y moral, que son todavía más importantes y ante las cuales no somos tan sensibles. De hecho, como constata el Papa, nos olvidamos “casi por completo” de la “responsabilidad espiritual para con los hermanos” y que se manifiesta, según Benedicto XVI, en el descuido de la corrección fraterna, algo que vivían habitualmente las primeras comunidades cristianas. Si el otro está cometiendo un pecado y está recorriendo el camino de su perdición, descubrírselo como hermano es ayudarle a salir de esa situación. Como dice el Papa, «frente al mal no hay que callar».
Sin embargo, es muy frecuente que los cristianos callemos por respeto humano o por simple comodidad. Y, en lugar de ponerle en guardia, nos plegamos a la mentalidad reinante, según la cual no hay que inmiscuirse en los asuntos privados de los demás. ¡Qué razón tenía Pablo VI cuando decía que «el mundo está enfermo» y que «su mal es menos la lapidación de los recursos y el acaparamiento por parte de algunos que la falta de fraternidad entre los hombres y los pueblos»!
Por eso, me parece de extremada importancia la meta que el Papa nos propone para esta Cuaresma: «En nuestro mundo, impregnado de individualismo, es necesario redescubrir la importancia de la corrección fraterna, para caminar juntos hacia la santidad».
Todos somos hermanos. Hermanos en humanidad y, en el caso de los cristianos, hermanos también enla fe. Nadamás lógico que ver en el otro «otro yo». Este será el mejor antídoto contra la ceguera del espíritu y el mejor modo de fomentarla fraternidad. Frentea una sociedad como la actual, que puede llegar a ser sorda tanto en los sufrimientos físicos como en las exigencias espirituales y morales de la vida, los discípulos de Jesús hemos de ser muy sensibles a los vínculos de fraternidad que nos unen a todos los hombres y especialmente a los que son miembros del mismo cuerpo por el bautismo.
Mons. Francisco Gil Hellín
Arzobispo de Burgos