Mons. Francisco Gil Hellín Dentro de tres años termina el plazo para cumplir los “Objetivos de Desarrollo del Milenio” (ODM), entre los cuales hay tres que se centran en la salud: reducir la mortalidad infantil, mejorar la salud materna y combatir el SIDA, la malaria y otras enfermedades contagiosas. Desde que fueron asumidos estos compromisos, se han hecho algunos avances. Pero son insuficientes. Las cifras siguen siendo estremecedoras. Todavía hay en África Subsahariana 22 millones de personas infectadas con el SIDA y en el mundo siguen muriendo cada año 15 millones de personas por enfermedades contagiosas
Siendo esto muy grave, quizás lo sea aún más, que no hay voluntad real de los gobiernos y que la enfermedad se ha convertido en negocio multimillonario, que provoca que la investigación esté centrada en las enfermedades de los países ricos. Se cumple así lo que denunciaba el Beato Juan Pablo II: «Actualmente, están los pocos que poseen mucho. Y están los muchos que poseen poco, los cuales no realizan su vocación humana fundamental por carecer de los bienes indispensables».
Quienes vivimos en el mundo del bienestar, corremos este riesgo. Porque acostumbrados, como estamos, a acudir al médico, al centro de salud y al hospital siempre que tenemos una enfermedad, con la convicción de que tendremos todos los medios que necesitamos, podemos olvidarnos de que hay mucha gente que no puede acudir nunca a un centro sanitario ni aplicarse las medicinas más indispensables a las que nosotros tenemos fácil acceso.
Manos Unidas –ONG dela Iglesia Católicapara el desarrollo- viene trabajando desde hace más de cincuenta años en campañas porla vida. Esteaño se ha centrado en el Sexto Objetivo del Desarrollo del Milenio, dispuesta a dar la batalla al SIDA, al Paludismo y a otras enfermedades contagiosas. Incluso quiere ir mucho más lejos: concienciar a todas las personas de buena voluntad, a los gobiernos, a las industrias farmacéuticas y a otras instituciones a luchar por la consecución del derecho a la salud, como derecho no de unos pocos países o personas sino de todos.
Porque, en efecto, la salud es un derecho de todos, entendida como derecho a que todos vivamos en condiciones saludables, dispongamos de los alimentos y el agua necesarios, contemos con un sistema sanitario básico que nos proporcione atención estable, tengamos garantizado el acceso a las vacunas, etc. Nunca se puede olvidar que las políticas de gasto sanitario son insuficientes e incluso pueden producir efectos contrarios a los deseados si no están orientadas al cuidado y a la defensa integral de la vida.
En este sentido, vale la pena escuchar esta llamada al compromiso solidario del Papa actual: “Hoy la diferencia caracteriza nuestra actitud ante lo que es humano y lo que no lo es. Mientras los pobres del mundo siguen llamando a la puerta, el mundo rico corre el riesgo de no escuchar ya estos golpes, debido a una conciencia incapaz de reconocer lo humano” (Caritas in veritate, 75). Y comenzar a actuar sin esperar que vengan tiempos mejores. Lo decía muy bien J. Gilman: “No esperes al momento adecuado. Empieza ahora. Si esperas al momento adecuado, nunca dejarás de esperar”.
Este es el momento más adecuado para que empecemos o prosigamos en nuestra ayuda a Manos Unidas, con el fin de que pueda, si no erradicar el SIDA, la malaria y otras enfermedades contagiosas, al menos realizar una acción capaz de hacernos soñar en que esa erradicación no tardará en llegar.
+ Francisco Gil Hellín
Arzobispo de Burgos