Mons. Manuel Ureña El próximo domingo 12 de febrero, VI del Tiempo Ordinario, celebramos la colecta de la campaña LIII contra el hambre en el mundo, esa gran colecta organizada anualmente por la Iglesia Católica Española a través de Manos Unidas.
De sobra conocemos Manos Unidas. Es ésta, primaria y fundamentalmente, una Asociación pública de fieles, la cual actúa ante la sociedad como una Organización No Gubernamental para el Desarrollo (=ONGD), formada por voluntarios, esencialmente católica, pues nació del corazón mismo de la Iglesia y en el corazón de la Iglesia subsiste, de carácter seglar, sin ánimo de lucro y benéfica. Persigue luchar contra el hambre en el mundo y contra la deficiente nutrición, contra la miseria y la enfermedad, el subdesarrollo y la falta de instrucción producidos, entre otras, por las siguientes causas: la injusticia, la falta de equidad en el reparto de los bienes y en la prestación de oportunidades a las personas y a los pueblos, la ignorancia, los prejuicios, la insolidaridad, la indiferencia y la crisis de valores humanos y de virtudes cristianas. Así lo afirman los Estatutos de esta institución en su artículo 5.
Para llevar a cabo su acción, Manos Unidas, como repetimos cada año, trabaja en dos líneas prioritarias: la sensibilización de la población española y la financiación de proyectos para el desarrollo en el Sur del Planeta.
Respecto de la segunda línea de actuación, Manos Unidas, como es bien conocido por todos, financia proyectos de desarrollo centrados en cinco prioridades: agrícola, sanitaria, educativa, social y de promoción de la mujer, eje transversal de todos aquéllos, al igual que el respeto al medio ambiente y la coherencia en la gestión de recursos y conductas.
Pues bien, la campaña de Manos Unidas del presente año de 2012 está centrada en el Objetivo de Desarrollo del Milenio (=ODM) nº6, tiene como lema “La salud, derecho de todos: ¡Actúa!” y persigue luchar por la salud de los más vulnerables.
Manos Unidas lleva a cabo este objetivo procurando a éstos, a los más vulnerables, mediante sus proyectos de desarrollo, condiciones de vida dignas y combatiendo el VIH/Sida, la malaria o paludismo y las enfermedades olvidadas, especialmente virulentas entre los más pobres. Para ello Manos Unidas solicita la colaboración de toda la sociedad, porque no podemos permanecer indiferentes ante la enfermedad, el hambre, la miseria y la ignorancia.
A nadie se le oculta que el derecho a la salud y a bienes tan básicos como los fármacos y las vacunas está gravemente amenazado por los desequilibrios económicos del mundo actualmente existentes. Y, sin embargo, tales remedios son indispensables para mejorar las condiciones de vida de los más vulnerables. Por eso se nos dice desde Manos Unidas ser necesario que denunciemos esta situación y que aunemos fuerzas para erradicar las causas por las que enferman y mueren tantas personas del tercer mundo.
Los objetivos de desarrollo que Manos Unidas propone a nuestra sociedad exigen, cada vez más, una reflexión profunda. Exigen la búsqueda sincera de un humanismo nuevo, de un humanismo con Dios, con el verdadero Dios, el único capaz de hacer que nos encontremos a nosotros mismos, que asumamos los valores del amor y de la auténtica solidaridad.
Sólo así podremos alcanzar, en toda su plenitud, el verdadero desarrollo y superar el sufrimiento de quienes están privados del mínimo vital y las carencias morales de los que están mutilados por el egoísmo.
Como bien concluye el texto magistral de la revista Manos Unidas (enero-marzo 2012), “conseguir erradicar las causas y las consecuencias de las enfermedades comprendidas en el objetivo nº 6 y defender la salud de todos es responsabilidad nuestra” (p. 25, col. a).
Ayudemos a Manos Unidas. Colaboremos con Manos Unidas. Seamos generosos con nuestra limosna a la colecta de Manos Unidas del próximo domingo día 12 de febrero. Y acompañemos nuestra limosna con la oración, pues ésta es el principio y el fundamento de todas las limosnas.
+ Manuel Ureña
Arzobispo de Zaragoza