La palabra “compasión” ha sido prácticamente sustituida desde hace un tiempo por “solidaridad”, pero no debería perder su significado real: “padecer con otros”. Es lo que hizo durante su vida la madre Anna Maria Janer Anglarill, nacida en Cervera y fallecida en Talarn, tras una vida que abarcó casi todo el siglo XIX.
Este fin de semana tenemos la satisfacción de ver cómo esta religiosa tan catalana y universal es beatificada en la Catedral de la Seu d’Urgell. Hace un tiempo quedó aprobado el milagro para proceder a esta beatificación, que quedó fijada para el 8 de octubre: una mujer, Ana Padrós, acogida en un asilo municipal de Barcelona, después de haberla invocado, se levantó de la silla de ruedas en la que permanecía desde hacía tiempo y comenzó a andar normalmente.
Ya en vida quienes conocieron a la madre Janer la consideraban una santa. No le faltaron innumerables dificultades. Nació en 1800 y, por tanto, siendo niña vivió la Guerra de la Independencia. Tras hacerse religiosa de San Vicente de Paúl, se vio afectada por la Guerra Carlista, a consecuencia de la cual fue encarcelada y exiliada en Francia.
Cuando regresó a Catalunya fundó, impulsada por el doctor Caixal —el gran obispo de Urgell—, el Institut de Germanes de la Sagrada Familia d’Urgell, una benemérita institución que hoy tiene centros educativos y asistenciales en once países y un gran reconocimiento por su labor insustituible. En Valls, y en el Pius Hospital, gozamos de la presencia activa del carisma que Dios concedió a la madre Janer.
¿Cuál fue ese carisma? La atención a los huérfanos, a los pobres moribundos, a los apestados, a los heridos de guerra, a los marginados, a las personas discapacitadas, a los ancianos solos…es decir a lo que la sociedad considera a veces su deshecho y que es hermoso a los ojos de Dios.
La madre Janer, desde el primer momento, acogió y enseñó a acoger a esas personas necesitadas. Nadie se acercaba a ella, y a la institución que fundó, que no recibiera una respuesta, que no encontrara la puerta abierta. Por fortuna, hoy, el Estado del Bienestar cubre muchas de estas necesidades, pero “siempre habrá pobres entre vosotros”, como dijo Cristo, y siempre será necesaria la mirada amorosa y la mano tendida a personas que se encuentran descolgadas del ritmo de la sociedad, por razones de salud, de soledad u otras varias.
Es un gozo que esta beatificación tenga lugar en la diócesis hermana de Urgell. Es una muestra muy evidente de que los santos han vivido entre nosotros y continúan viviendo, con los pies en la tierra y el corazón en los demás, que es como tenerlo en el cielo. La madre Janer no fue insensible a las necesidades ajenas. Se compadeció y, en su padecer con los demás, alivió a muchos.
† Jaume Pujol Balcells
Arzobispo metropolitano de Tarragona y Primado