El tema de la comunicación del que hablábamos hace unas semanas no es sólo un sector pastoral, es sobre todo algo constitutivo, forma parte de la identidad de la Iglesia comunidad de Jesús enviada a anunciar a todo el mundo, el proyecto de Dios para la humanidad.
En cada época, la Iglesia ha de aprender a anunciar la Buena Noticia de Jesús en el lenguaje más inteligible posible para aquellos a quienes se dirige; y hoy tenemos ante nosotros al hombre de la era digital, de la cultura digital. Hace falta conocer y comprender el lenguaje con el que se comunica y sus percepciones. Los expertos insisten en que hace falta tener muy en cuenta la importancia de las percepciones: aquello que se percibe y cómo lo percibe.
Hace unos meses, el Papa decía a los miembros del Pontificio Consejo de las Comunicaciones Sociales: «La fe siempre penetra y enriquece, exalta y vivifica la cultura y esta, por su parte, se hace vehículo de la fe y le ofrece el lenguaje para pensar y expresarse. Hace falta, escuchar los lenguajes de los hombres de nuestro tiempo para estar atentos a la obra de Dios en el mundo.»
Por eso también, cuando hablamos de usar el lenguaje digital y las nuevas tecnologías en la pastoral, no puede quedar a un lado la exigencia constitutiva del mensaje que debemos transmitir. Al contrario, debemos saber escuchar ante todo aquello que nos parece que Dios quiere comunicar ahora y aquí. Hace falta ser buenos comunicadores, pero también y sobre todo servidores fieles del Dios que se ha hecho Palabra.
El mismo Jesús supo emplear elementos de la cultura de su tiempo para anunciar el Reino: imágenes como el rebaño, los campos, la semilla, el banquete de bodas… Hace falta descubrir hoy también en la cultura digital aquellas simbologías y metáforas significativas que nos ayuden a evangelizar al hombre contemporáneo, a recordarle la primacía de Dios en su vida, garantía de plenitud y felicidad.
Y hace falta mirarnos con atención los posibles contrastes entre el mensaje que ofrecemos y el mundo de valores en auge entre los usuarios de la cultura digital. Algunas disfunciones serán inevitables porque no podemos rebajar el valor del evangelio que queremos compartir intentando hacerlo más aceptable de manera más barata. Una presentación inadecuada, para revelar el verdadero rostro de Dios y de la religión, lo esconde y lo distorsiona y puede ser causa de alejamiento y de indiferencia (GS 19).
Los cristianos creemos que la verdad que el hombre de la cultura digital (y el de todos los tiempos) busca, tantas veces a tientas, la encontrará en una persona, Jesús, a quien debemos dar a conocer en su integridad y favoreciendo que esta propuesta pueda obtener la correspondiente respuesta ponderada y libre que dará sentido a su vida.
Recibid el saludo de vuestro hermano obispo,
X Joan Piris Frígola
Obispo de Lleida