La perfección de los santos consiste en “ir contracorriente, viviendo según el Evangelio”. Es la reflexión que Benedicto XVI realizó esta mañana presidiendo, en la Basílica Vaticana, la canonización de cinco beatos.
El Papa recordó cómo Jesús, también hoy, nos invita al don total de la propia existencia, “sin cálculo e interés humano”.
Una invitación exigente, que los santos acogen generosamente, metiéndose “con humilde docilidad al seguimiento de Cristo crucificado y resucitado”. Lejanos por los contextos históricos y geográficos, y aún así, todavía actuales, el ejemplo de los cinco nuevos santos se eleva como una sinfonía para los fieles de hoy.
Zygmunt Szsczesny Felinski, arzobispo de Varsovia, los españoles Coll Y Guitart y Rafael Arnaiz Baron, muerto 27 años después de haber dejado una vida agitada por seguir a Cristo; las francesas Marie de la Croix, comprometida en la asistencia de los ancianos, que hoy, recordó Benedicto XVI, “sufren múltiples pobrezas y soledad, siendo -a menudo- abandonados por sus familias”; y el belga Jozef Damiaan de Veuster, muerto en las islas Hawai curando los leprosos.
Un hombre, concluyó el Papa, que nos invita a abrir los ojos sobre las distintas formas de lepra que hoy desfiguran la humanidad, particularmente por falta de amor.