El servicio diplomático dependiente de la Santa Sede es una vocación sacerdotal especial que comporta un acercamiento particular a las complejas problemáticas del mundo. Lo ha evidenciado Benedicto XVI dirigiéndose al personal de la Pontificia Academia Eclesiástica, la institución de la Santa Sede encargada de la formación del personal diplomático.
Es necesario saber interpretar las situaciones humanas y sociales, ha dicho el Papa, es necesaria una capacidad de diálogo con el mundo y una fortaleza espiritual especial para no sucumbir ante los efectos negativos de la mentalidad mundana y no dejarse contaminar por una lógica demasiado terrena. Ser hombres de oración ayuda a superar la soledad, la incomprensión y el sufrimiento y si el servicio es duro y a veces la cruz pesa demasiado, nos ayuda y nos conforta la certeza de que Dios vuelve todo fecundo.